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martes, marzo 04, 2014

Carta abierta a un suicida



                
Me dirijo a ti, hombre o mujer que has sobrevivido a un intento de suicidio o está pensando en llevarlo a cabo por primera vez -aunque el género masculino  se alza con el triste récord de ser el que más utiliza este trágico método para dejar este mundo, con un 77%, contra el 23% protagonizado por las mujeres, según datos de 2012 de suicidios cometidos en España-, para hacerte una serie de reflexiones, si me lo permites y no estás tan inmerso en tu angustia y desesperación que  te impide pensar en otra cosa que no sea la de poner fin a tu vida de una vez por toda y dejar de sufrir la desesperación que te anega.
            Comprendo que es difícil, para quienes no atravesamos esa crisis existencial que no deja ver otra salida que el suicidio, poder ponerse en tu piel y llegar a sentir tal angustia y desesperación en las que tú estás viviendo día a día, pues nadie que es medianamente feliz -o a ratos fugaces, como sólo se puede ser en esta vida-, puede querer adelantar su tránsito de este mundo al otro por la falsa puerta del suicidio. Y digo que es falsa porque podemos estar seguros de que de esa forma se pone fin a la vida, al ser, pero no tenemos la completa certeza de lo que nos aguarda en la otra orilla de la vida que es la muerte. Para los creyentes existe otra vida después de esta terrenal; pero para los no creyentes  no existe nada más y, muriendo, se acabó todo. Como ambas posturas son simples creencias, sin que se haya podido demostrar la validez de ninguna de ellas -aunque los partidarios de una u otra las creen a pie juntillas-, cabe la posibilidad de que, quien intenta suicidarse para acabar con sus sufrimientos, pueda caer en otra dimensión en la que siga padeciendo por haber tomado esa terrible decisión de una forma que nos resulte inimaginable en esta otra.
            Ante esa incógnita que representa la muerte y lo que hay más allá -si lo hubiera-, habría que decir que quien desea morir, como es tu caso, quiere hacerlo no por apego a la muerte, sino por miedo a la vida, como decía Lope de Vega "Quien desea morir, teme a la vida". Es decir, se elige el opuesto a lo que hace daño, a lo que tortura en esta vida, porque se huye del dolor, aunque sin que se desee el encuentro con la muerte más que como forma de salir de una existencia que duele. La muerte se convierte así en una aliada, y la vida en una feroz enemiga. Entre dos males el suicida elige el que cree menor, pero dentro de la oscuridad que le envuelve en los terribles momentos en los que elige morir, aunque sin saber qué le espera al otro lado de esto que llamamos vida.
            El suicida lo que intenta hacer no es similar a lo que hace quien salta desde una gran altura, para huir de las llamas que le rodean en un edificio que arde. Entre dos tipos de muerte segura, prefiere la menos dolorosa y más rápida. El suicida entre  la vida y  la muerte,  elige la segunda para huir del sufrimiento de vivir, porque cree que es la única forma de dejar de hacerlo intentando cambiar la vida-muerte que padece por la muerte a secas.
            El suicidio se conoce desde épocas muy  tempranas de la civilización occidental, pues ya en la Europa antigua, especialmente en la Roma imperial, el suicidio se consideraba como un acto honroso y no se condenaba. Por ello, los antiguos romanos, influenciados por los filósofos estoicos, reconocían muchas causas lícitas para llevarlo a cabo. Séneca, lo reconocía como el último y legítimo acto de una persona libre.
            Desde que el cristianismo se expandió, el suicidio se considera un pecado, y fue objeto de debate en varios concilios de la Iglesia que condenaron su práctica y se decretaron disposiciones para que a los que cometieran suicidio se les negara los rituales ordinarios de la Iglesia en sus funerales. También, la Iglesia Romana Católica durante la Edad Media reiteró la condena expresa de esta forma voluntaria de morir, lo que provocaba la confiscación de todos los bienes del suicida y su cadáver sufría toda clase de vejaciones. Este rechazo expreso del suicidio sigue estando vigente en las religiones cristiana, judía e islámica.
            Fue en la última década del siglo XIX, concretamente en 1897, cuando Émile Durkheim (1858-1917), teórico francés y uno de los mayores exponentes de la sociología moderna, afirmó que el suicidio era más un fenómeno sociológico que un acto individual. Afirmaba que su causa era una mala adaptación al entorno y una falta de integración social del individuo suicida.
            También clasificó el suicidio en cuatro tipos: egoísta, altruista, anómico y fatalista, y cada uno de ellos era consecuencia de ciertas condiciones sociales. Por ello, el suicidio egoísta es consecuencia de una muy débil integración social y el altruista, en cambio, es de una fortísima integración del individuo que le puede llevar a inmolar su vida en beneficio de la comunidad.
            Por otra parte, el suicidio anómico y el fatalista vienen asociados a una débil regulación por parte de la sociedad, el primero; mientras que el segundo está provocado por una excesiva regulación social, de lo que puede ser ejemplo una sociedad como la japonesa, país en el que hay  un gran porcentaje de suicidios, cuya tasa se ha elevado en 2012 en un sobrecogedor 20%.
            Desgraciadamente, en el mundo muere una persona por suicidio cada 40 segundos, según informe de la Organización Mundial de la Salud, y la cifra asciende hasta el millón de personas que mueren anualmente en el mundo por dicha causa. Además, la escalofriante cifra de  veinte millones de tentativas de suicidios al año es lo suficientemente esclarecedora de la magnitud de este grave problema que aumenta por momentos, ya que en los últimos años ha aumentado un 60%, según la OMS. Además, dicha organización afirma que, según los datos con los que cuenta, un 5% de la población mundial intentará, al menos una vez en su vida, suicidarse.
            Lo extraño es que los países considerados como "más felices", en términos de prosperidad y calidad de vida, son aquellos que muestran mayor tasa de suicidio en comparación con los de menor calidad de vida o considerados "menos felices", en una extraña paradoja que los especialistas tratan de justificar en que las personas desdichadas que viven rodeadas de un entorno aparentemente feliz, son más propensas a suicidarse por dicho motivo, ya que se sienten ajenas a dicha felicidad o bienestar que las rodea. Por eso, los países con mayores problemas de carencias básicas o pocos desarrollados, son los que tienen menos índices de suicidios, ya que la búsqueda de recursos para sobrevivir en un entorno poco favorecido en el que todos los ciudadanos tienen un nivel similar de vida y de problemas, hace que disminuya el deseo de morir.
            Los países del Este de Europa como Lituania y Rusia son los que tienen una mayor tasa de suicidio, y el resto de Europa, Estados Unidos, Perú, Colombia, Brasil y Méjico están en el medio de la lista, siendo los países de América central y del Sur, los que menor tasa tienen. En cuanto a            África y Asia no existen estadísticas al respecto.
            Pero a ti, suicida potencial, no te interesan las estadísticas, sino la explicación a esa pulsión de muerte que sientes tan intensamente, tengas o no motivos objetivos para desearla. Pues, bien, la mayoría de los expertos sociales, opinan que el suicidio es una manifestación de la complejidad humana, en la que intervienen diferentes causas: biológicas, psicológicas y sociales. La psiquiatría he demostrado, sin lugar a duda, de que en los casos que han sido estudiados siempre existe un factor depresivo intenso. También, otras opiniones científicas afirman que hay personas que biológicamente están más propensas a las depresiones y, por ello, al suicidio.
            Además, los psicólogos y sociólogos afirman que hay otras muchas causas o factores determinantes del suicidio, como son influencias personales y situacionales que pueden incitar al suicidio. Entre éstas se pueden citar la pérdida de seres queridos; o bien, por venganza hacia otra persona a la que se acusa de ser la causante del suicidio por el sufrimiento que ha llevado al suicida a tomar tan trágica decisión, lo que manifiestan en cartas o notas que dejan antes de suicidarse. Además, la causa mayoritaria del suicidio es la percepción por parte del suicida de que la vida le resulta insufrible y busca en la muerte el alivio a su dolor, porque se convence que no es capaz de cambiar las graves circunstancias que le llevan a querer quitarse la vida. La muerte es, por tanto, para quien desea suicidarse una declaración implícita de impotencia y derrota ante las adversas circunstancias que sufre.
            No sólo las difíciles y, algunas veces, terribles circunstancias personales son las que llevan al suicidio, pues también las graves situaciones generales como pueden ser la guerra, las convulsiones políticas,  las crisis económicas como la que sufre España en los últimos años - la que ha aumentado en un 13% el número de suicidios en 2012; con respecto a años anteriores-, las pandemias y hambrunas, como sucedía en épocas anteriores, también pueden incitar al suicidio. Esto se demostró entre la población joven de Alemania, una vez finalizada la I Guerra Mundial, y en Estados Unidos en plena crisis de 1929.
           
            Anteriormente me he referido a los veinte millones de tentativas de suicidio al año en todo el mundo, pero los expertos hablan de que hay que diferenciar las tentativas reales que son una forma de pedir ayuda -y que si no la consigue el suicida puede  intentarlo de nuevo de una forma más eficaz para conseguir el resultado de muerte-, de aquellas otras que son únicamente un intento de manipulación psicológica y emocional de los familiares, en forma de tentativa o amenaza de suicidio que sólo busca controlar y manipular las emociones y los actos de los más allegados al supuesto suicida.
            Actualmente, el suicidio es ilegal en muchos países occidentales o está totalmente condenado por la propia sociedad en otros muchos, especialmente en aquellos países que cuentan con una mayoría católica. Sin embargo, esta actitud no es universal, ya que hay países, sobre todo de cultura oriental, como la India o Japón, entre otros, en los que el suicidio por determinadas causas y formas se consideran un acto con carácter honroso, en unos países, o sagrado en otros, y aceptado mayoritariamente. Un ejemplo de ello es el de la antigua práctica del harakiri en Japón, forma por la que una persona que había cometido un acto vergonzoso o contrario a la moral social, conseguía borrar su indignidad clavándose una daga en el vientre. También, en dicho país, los pilotos kamikazes, durante la II Guerra Mundial, consideraban como un gran honor el acto morir en misiones suicidas que consistían en estrellar sus aviones contra objetivos enemigos, A su vez, en la India se acostumbraba a realizar el sutee, ceremonia en la que la viuda tenía que inmolarse en la pira funeraria de su marido, costumbre que se mantuvo hasta finales del siglo XIX. En el Tibet, también existe entre los practicantes budistas la inmolación a través del fuego, como forma de expiación o sacrificio supremo por una determinada causa, de lo que sirve de ejemplo los llamados bonzos que morían impávidos envueltos en llamas en protesta por cuestiones de índole política o religiosa, los que llenaban los medios de comunicación con sus terribles imágenes.
            En la actualidad, esta terrible opción sigue teniendo iguales formas de suicidio que en el pasado. Aunque, las estadísticas no son del todo fiables ni completas, porque hay sociedades más cerradas que otras que oculta estos datos por estar considerado el suicidio un estigma para quienes lo llevan a la práctica y se ocultan dichos datos. Sin embargo, sí se constata que en los países de mayoría católica es donde menos suicidios se cometen, aunque algunos autores opinan que es debido a que en estas sociedades se suelen ocultar más esta trágica realidad que en culturas descreídas.
            También, algunos autores creen que el aumento progresivo del número de suicidios se debe a que los sistemas estadísticos ofrecen unos resultados más fiables y que ha desaparecido en la mayoría de los países occidentales la fuerte carga de estigma social que tenía antes.
            Algunas de las causas que pueden explicar el aumento del suicidio en aquellas naciones más desarrolladas es, quizás, a juicio de los expertos, que el aumento de la esperanza de vida trae consigo que muchos ancianos con enfermedades terminales o que han sufrido la pérdida del cónyuge, piden la eutanasia en el primer caso, y se suicidan en el segundo supuesto de sufrimiento psicológico. Algunos países como Holanda y Bélgica ya tienen legalizada la eutanasia lo que ha elevado esta forma de suicidio asistido.
            Por todo ello, y según la opinión de los expertos, el suicidio está en aumento debido a la sensación de vacío, de falta de valores que le den sentido a la vida, así como el desarraigo y la soledad del individuo en una sociedad alienante, materialista y desprovista de principios morales y éticos como es la de los países industrializados y desarrollados, abocada a sus propias contradicciones a las que no puede dar respuestas válidas. Todo esto hace que el ser humano se encuentre perdido y desorientado, creyendo que la muerte es la solución a unos problemas que le parecen insolubles, insoportables e ineludibles, cayendo así en el profundo pozo de la desesperación, la angustia y la depresión.
            Por todo ello, desconocido amigo/a que lees estas líneas y estás pensando en el suicidio, quiero pedirte que recapacites en tu decisión, si es que ya lo tienes decidido, y pienses -especialmente si eres joven y estás acostumbrado a los medios audiovisuales-, que el suicidio no es un video juego en el que después del "game over" se pueda volver a jugar la misma partida desde cero, porque una vez que se ha cruzado la frontera que separa la vida de la muerte, ya es irreversible y no hay marcha atrás ni posibilidad de comenzar una siguiente partida que es inexistente.
            Vida no hay más que una y la tuya, concretamente, es única, irrepetible y valiosa, como la de todo ser humano. No la desperdicies, porque con tu posible suicidio sólo añadirías más dolor a tu familia del que ya pueden sentir por los problemas que te han llevado hasta esa fatal decisión. Piensa que no estás solo en el dolor, porque hay muchos millones de seres que sufren situaciones dramáticas y terribles, pero luchan por su supervivencia, quizás, porque los que han vivido siempre desprovistos de todo lo demás, no renuncian a su único y valioso don que es la vida, único bien al que se aferran con todas sus fuerzas, su dolor, su coraje y su capacidad de resistencia, esperando y soñando en un mañana mejor que el terrible hoy que viven día a día, pero sin perder por ello la esperanza.
            No te castigues por tus fracasos, por tus decepciones, ni te culpes por el dolor que sientes o por el que has hecho a los demás, pagando con tu vida un precio demasiado alto que, además, no resolvería nada, ni arreglaría las consecuencias de errores pasados, ni devolvería la sonrisa a tus allegados, a quienes te quieren y necesitan. Sólo conseguirías con tu muerte añadir más dolor a su dolor, pero de una forma estéril, siniestra, oscura y terrible que no aportaría nada y dejaría marcados para siempre a quienes te rodean.
            Para tu sufrimiento o depresión pide ayuda profesional, y busca consuelo en quienes te quieren, en familiares y amigos. Busca entre ellos a la persona idónea para hablar, para desahogarte y echar fuera todo el dolor que te anega. Acuérdate de la frase de Shakespeare cuando decía:"Dad palabra al dolor. El dolor que no habla gime en el corazón hasta que lo rompe".
            Piensa en aquellos momentos en los que te sentiste feliz, aunque sólo fuera un instante fugaz, y no te niegues a aceptar que esos días de vino y rosas pueden volver a iluminar tu vida con el destello fugaz de su cálida luz que ilumina toda vida en momentos de plenitud que, aunque sean fugaces, son suficiente para darle sentido y valor a una existencia. Esas buenas vivencias vívelas en el recuerdo y piensa que si un día, por lejano que fuera, las viviste, el futuro te puede reservar otras, aunque ahora rechaces esa posibilidad en este presente atroz en el que te sientes morir de angustia y desesperación.
            No olvides que quien más te necesita ahora y siempre eres tú mismo/a y no puedes abandonarte, ni negarte esa ayuda y consuelo que necesitas en estos momentos de tinieblas. No conviertas tu dolor, tu desesperación, en un verdugo. Conviértelo en un aliado y también en un maestro que te enseñará, si sabes escucharlo, a encontrar el sentido de todo lo que te ocurre, de esa infinita desesperación que sientes y, poco a poco, te irá señalando la salida del profundo y negro túnel que está atravesando, pero piensa que siempre, al final, hay una luz que indica la salida; pero para verla hay que tener los ojos abiertos y la mirada atenta. No cierres los ojos en la oscuridad que te rodea, porque a pesar de las negruras siempre hay pequeños destellos de luz que te ayudarán a ver en la espesas oscuridades que te envuelven.
            Me vas a permitir que te recuerde una frase del genial Charles Chaplin, el humorista que siempre hacía llorar y reír al mismo tiempo, y que conocía demasiado bien la desgracia, la penuria y la soledad durante muchos años antes de ser un artista famoso. Chaplin decía "La vida es maravillosa si no se le tiene miedo".
            Sólo hay que tenerle miedo al miedo, a la irrenunciable aceptación de la derrota vital y a la muerte.
            Espero y deseo que encuentres una chispa de luz en tu actual camino por la oscuridad de un presente atroz y que tengas la posibilidad de vivir el hermoso futuro  que tú sólo puedes negarte si cierras los ojos para no ver que a la oscuridad se la vence siempre encendiendo una pequeña llamita de esperanza, ésa que ahora te falta y su vació lo llenan tus ganas de morir.
            Sincera y cordialmente.