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jueves, septiembre 29, 2016

Epistolarios singulares



Epistolario (epistolarium, en latin), según la definición de la RAE es en su primer significado:

1. m. Libro o cuaderno en que se hallan recogidas varias cartas o epístolas de un autor o de varios, escritas a diferentes personas sobre diversas materias.

Pues bien,  siguiendo lo que sugiere el título de este blog y, según el criterio de la RAE, a partir de esta edición Epistolarium  va exponer las cartas de determinados personajes famosos del mundo de la cultura de todos los países y épocas; pero, en cada edición se mostrarán las cartas de un mismo autor y destinadas a  la misma persona, acompañándolas con los comentarios oportunos a dicha correspondencia singular, además de la biografía de su autor, la  identidad y relación que mantenía con el destinatario/a y el estado de la relación entre ambos en los días en el que fueron escritas las cartas comentadas.

 Teniendo en cuenta que dentro del género epistolar se encuentran muchos tipos de cartas que se pueden clasificar en las siguientes modalidades: cartas amorosas, eróticas, despechadas, satíricas, escatológicas, impías, religiosas; filosóficas, morales, geográficas, jocosas, ridículas, extravagantes;  sin olvidar las cartas amenazadoras, conmovedoras, de asesinos en serie, o las escritas por los suicidas antes de morir como despedida de sus allegados.


Vamos a empezar con las cartas de amor y desamor que son las más numerosas y conocidas en el mundo epistolar de las diferentes celebridades, y comenzamos por las cartas escritas por la poetisa, diplomática y Premio Nobel de Literatura  de 1945, al poeta, dramaturgo y poeta chileno Manuel Magallanes Moure. 

Cartas de amor y desamor de Gabriela Mistral



Las cartas de Gabriela Mistral a Magallanes Moure fueron publicadas en 1978, recopiladas por Sergio Fernández Larraín, con el título de Cartas de amor de Gabriela Mistral, que contiene 38 cartas del total que son alrededor de 80. Las dos cartas que se exponen aquí fueron escritas entre 1914 a 1921, y pertenecen a la correspondencia que mantuvo Gabriela Mistral con el poeta, dramaturgo y periodista Manuel Magallanes Moure con quien tuvo una relación epistolar y amorosa a distancia entre los años indicados. Sólo se conocieron en 1921 cuando se produjo definitivamente la ruptura, por lo que no volvieron a verse.

De Magallanes solo se conocen cuatro, que fueron incluídas como notas en dicha recopilación. Gabriela Mistral firma estas cartas con el pseudónimo de "Lucila", para mantener su anonimato, debido a las fuertes restricciones que tenían las mujeres en dichos años, especialmente una mujer que, además, era maestra en una pequeña localidad chilena y, también, por la condición de casado de Magallanes.

La correspondencia de Mistral es muy numerosa no solo en el aspecto amoroso, sino amistoso, político y un largo etcétera. A través de sus cartas, se expresa y afirma sus convicciones literarias, políticas, hace confidencias íntimas, sus ideas profesionales y se manifiesta su rico universo personal y poético de una mujer adelantada a su tiempo en cuento a su independencia personal y su gran bagaje cultural e intelectual.

En las cartas de amor a Manuel Magallanes se advierte la lucha interna de la mujer que está siendo conquistada y se resiste a la entrega total al hombre, sintiéndose deseada pero, al mismo tiempo, sabe que de caer en la seducción que él ejerce sobre ella, después sería tachada de libertina, de mujer fácil y disoluta por ese mismo seductor.

Mistral se ve sometida así al deseo ardiente de un amor en la distancia que la llama, y la negación de esa misma entrega que desea y teme. El discurso amoroso de ella denota angustia y la sinceridad del amor hacia el hombre que rebosa en sus palabras y el temor y la duda a consumar ese amor que, intuye, será el final del mismo porque después vendrá el abandono y el olvido  por parte del amado.


La carta XVIII está escrita en pleno enamoramiento cuando aún los amantes están en plena fase de la conquista final; y, la segunda, la carta número XX, cuando el enfriamiento entre ellos es evidente y todo anuncia el final que tendrá esta relación una vez que se haya producido el encuentro tan esperado, pero en una etapa de la relación que sólo ofrece ya el preámbulo de una separación definitiva.

Apuntes sobre Gabriela Mistral

Ana Alejandre                                                                                                      
Gabriela Mistral

Gabriela Mistral es el pseudónimo literario de Lucila Godoy Alcayaga ( Vicuña, Chile, 1889 - Nueva York, 1957) Poetisa y educadora chilena.
Su pseudónimo se lo inspiró los nombres de Gabriele D'Annuncio          y Fréderic Mistral, dos de sus poetas favoritos.
Hija de un maestro de escuela, por lo que con dieciséis años se inclinó por dedicarse a la enseñanza. Fue profesora de secundaria y directora de escuela en su país.
Sus primeros inicios literarios fueron en los Juegos Florales de Chile, en 1914, con Los sonetos de la muerte, obra inspirada por el suicidio de su prometido, el empleado ferroviario Romelio Ureta, por no poder devolver a la empresa el dinero del que se había apoderado para ayudar a un amigo, y con quien Mistral había entablado relación en 1906. Esta obra ya estaba firmada como Gabriela Mistral.
En 1922 se marchó a México, un año después de haber conocido personalmente a Magallanes, con el que mantenía correspondencia desde 1914, pues él formaba parte del Jurado de los Juegos Florales de ese año en el que fueron premiados sus  Sonetos de la muerte. En México fundó la escuela que lleva su nombre y colaboró en la organización de varias bibliotecas públicas y escribió poesías para niños (Ronda de niños, 1923) y textos didácticos Lecturas para mujeres (1924).
Después de México viajó a Europa y a Estados Unidos y fue nombrada secretaria del Instituto de Cooperación Intelectual de la Sociedad de Naciones.
Gabriela Mistral optó por alejarse del modernismo tan en boga cuando se inició en la literatura y que cultivó en sus primeras obras, eligiendo, después, un estilo de poesía más sencilla y humana, lo que la convirtió en la figura más importante de esta nueva tendencia poética, porque supo crear un estilo propio que estaba sustentado en unas imágenes llenas de intensidad, con el que supo expresar su intimidad doliente y una inmensa capacidad de amar que, después del amor trágico que expresa en su poemario ·Desolación", supo entregar hacia los más desfavorecidos, los niños, su propia tierra, en tonos de gran profundidad religiosa.
Su vida fue muy intensa pero giró sobre tes ejes principales: la literatura, la docencia y la diplomacia, actividad que la llevó a realizar muchos viajes tanto por Europa, Estados Unidos y países latinoamericanos, en cuyos países publicó la mayoría de sus obras.

Gabriela Mistral recibió el Premio Nobel de Literatura en 1945  (fue la primera escritora galardonada en lengua española) y en 1951 el Premio Nacional de Literatura de Chile. Continuó su carrera diplomática y  realizó numerosos viajes hasta su fallecimiento en Nueva York, en 1957. Por deseo de la propia Mistral, sus restos fueron trasladados a Chile y fue enterrada en Montegrande

Apuntes de Manuel Magallanes Moure

Manuel Magallanes Moure
Manuel Magallanes Moure (La Serena, 8 de noviembre de 1878 - San Bernardo, 19 de enero de 1924) Periodista, poeta y crítico en los diarios Las ültimas Noticias y El Mercurio, escribiendo con pseudónimo de "M. de Ávila"; además, fue editor de la revista Chile Ilustrado y colaboró con la revista Juventud
Casado en 1903 con su prima Amalia Villa. Magallanes ejerció  como secretario municipal y alcalde de San Bernardo. Fundó en 1911 el periódico La Reforma que se mantuvo hasta 1916

Vinculado, perteneció al Grupo de los Diez, como se llamaba al grupo de creadores varios en distintas áreas creativas, creado a comienzos del siglo XX. Fue incluido en la antología Selva Lírica, compilación que reseñaba a los poetas más conocidos de la época.  

Su obra poética fue más reconocida y aceptada por el público que por la crítica en la que obtuvo cierto rechazo y fue denostado por ella.


Falleció el 19 de enero de 1924 a los 45 años de edad y dejó una considerable obra poética.

Carta XIII, de Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure

Gabriela Mistral
Manuel; Hoy he estado muy preocupada de ti. Razones: no recibo carta desde sábado. El domingo fue una mía larga. Creí tener respuesta ayer u hoy. Hay algo más. En el Correo se les ha despertado un extraño interés a unos muchachos ociosos por mis cartas. Un mozo, Santelices (hermano de Lisandro), se fue a Río Blanco (Cordillera) y me escribió desde allá. Le contesté, como es lógico, y la carta desapareció. Hubo reclamo y hasta amenaza de él de llevar el asunto a Stgo. La carta apareció y – yo la vi – sin duda fue abierta. Es este el único hombre del pueblo que viene al Liceo y que se dice amigo mío. Lo creen otra cosa y de ahí lo de la carta. Es un niño (20 años); pero como en el pueblo son escasos los hombres, no les parecía raro que yo me interesara por el muchacho.

Más: ayer llegó una postal de un amigo que me trata con afecto. Venía sin sobre y la leyeron en un corrillo en el Correo. El mozo del Liceo oyó la lectura y los comentarios.
Le cuento todo esto para justificar mi temor de que me abran una carta mía o tuya. No te pongas todas tus iniciales, ¿quieres?

Hay uno de los empleados que tiene el ojo más listo y no comenta ni lo deSantelices ni lo del de la postal. Llegó trayéndome tu último certificado: el colmo de la atención, los paquetes a domicilio. Y con todo descaro me dijo: el poeta Magallanes ¿está ahora en el Melocotón? Despachó él mismo la encomienda para ti. Se explica la intrusidad en gente ociosa y que vive por y para el chisme. Yo misma les he fomentado la curiosidad con mi vivir cerrado a todo el mundo. No voy a la Iglesia, no visito casa alguna ni dejo que me visiten. Hay razones: es un pueblecito como todo pueblo chico, de infierno.

El domingo me pasó algo que relaciono con estas cosas. Voy a contártela.

Un joven hacendado se hizo acompañar y vino a verme por libros. Se desprendióluego del compañero y me habló de amor y luego de matrimonio. Yo no me explico esto, sino como un modo de sondearme, porque quizás le parezca un enigma en esta faz sentimental de la vida. Cuando le hablé que tenía trazada mi línea de vida se sorprendió. Tiene fortuna, es simpático, es intruido y de costumbres campesinas. “Como a Ud. le guste”, me agregó. Es un hombre sencillo, pero como desconfío de todo el mundo, lo creo capaz de haber venido, inducido por otros a observarme. Cuando le declaré que no debía alentar ninguna esperanza, se sorprendió aún más. Quizás hubiera sido conveniente no obrar así: quizás hubiera podido desviar los ojos de los demás hacia él, de modo que jamás te descubran a ti; pero el procedimiento me pareció bajo y además se trata de un hombre superior a mí, que ni como amigo toleraría. En todo hombre rico hay siempre un bribón para una mujer pobre. Soy demasiado altiva para tolerar ni siquiera la sospecha de que miro a lo alto con deseos de trepar.

He callado el asunto a los míos, porque estoy segura de que les hubiera parecido ventajoso y, cuando menos, me harían aceptar sus visitas.

Perdóname esta carta tan loca.

Hay otra razón más para que me preocupe no saber de ti. El que tardes en escribirme de ésa me preocupa más que tus silencios de El Melocotón. Significa mucho más. ¿ Por qué? Tú lo comprendes.

Todo en ti lo respeto y de ti espero todas las franquezas. Cuando en tu vida – y esto pasará tarde o temprano- se resuelvan conflictos que no pueden ser eternos, yo debo ser eliminada en absoluto. Tú me lo dirás, sin temor de hacerme daño. No soy una niña y aunque parezca loca, comprendo y respeto ciertas cosas sagradas. Tú me lo dirás Prométemelo así.

En tus labios, dulce, larga, absolutamente.
Lucila


Nota.- Información disponible en el sitio ARCHIVO CHILE, Web del Centro Estudios “Miguel Enríquez”, CEME: http://www.archivochile.com

miércoles, septiembre 28, 2016

Carta XX, de Gabriela Mistral a Manuel Magallanes Moure

 19 de noviembre.                                                                            
Gabriela Mistral
 Manuel:
Su carta me ha dado un asombro como no podría expresarse: el silencio de dos años era ya todo el olvido que cabe y su carta última parecía una lápida. La he leído dos veces y he pensado como antes que me habla un hombre en un momento de fiebre. Porque no cabe en cabeza humana juntar estas cosas: el motivo de nuestra ruptura y la ternura que dice haber conservado para mí; ni en la cabeza más loca de las que usted ha acariciado cabe juntar ese silencio hacia una mujer desterrada y triste y una piedad siquiera pequeña, menos aún un afecto.
Si un hombre a quien yo solamente conociera –a quien yo no amara- cayera a la cárcel, yo sentiría mi deber de consolarlo, sólo por haber estrechado alguna vez su mano. Yo era más que una relegada, era un ser puesto al margen de la vida, por un destierro inconcebible. Usted, por un juicio irreverente hacia una mujer ni siquiera alta por haberle querido, se irritó conmigo.
Después de su ternura para mí, la segunda sorpresa es ésta, su vida triste. Yo he sabido de usted siempre, por retoñar de pasiones viejas, de esas que están ya trenzadas con sus huesos, o por amoríos de cada primavera. Por esto, supe callar. He tenido siempre el respeto de la dicha ajena. Le he de decir toda mi verdad. Nunca me hallará usted hipócrita. Las primeras noticias me fueron como una quemadura; las siguientes las justifiqué con un ligero escozor de mujer olvidada; las que vinieron después no movieron en mí una sola fibra. Esto lo sentí como una nobleza, mi única nobleza.

Cuadro de texto: 2Ahora leo la pintura de su vida, y no me convence. Tal vez usted la ve así. El tipo del Tenorio que fija en usted todo el mundo –óigalo bien que todo el mundo- es demasiado ordinario para que yo lo junte con usted. No creo que sea el burlador de mujeres sino el conmovido de cada hora. Así como existe el hombre al cual cada paisaje de la Tierra le inspira una forma de emoción o de amor, a de haber en usted un paisajista de las almas, que van pasando sobre ellas amándolas a todas, gozando con cada una, eternamente entregado y eternamente libre, resbalando dichoso sobre diversas formas de afecto y de admiración. Usted no ha podido ser desgraciado, porque ser desgraciado es únicamente esto: o no hallar a quien entregar el alma o haberla entregado absolutamente y no poder recuperarlas. Estas dos cosas no existen en usted.
Usted está enfermo, eso sí, y como enfermo es un irresponsable de los dolores que siembra, de los sueños que despierta y no cumple, no realiza. Su tristeza no es de falta de amor, sino de falta de vitalidad, no es la suya una crisis espiritual. Piense que creo todo esto para bien de usted, para mirarlo todavía limpio y hermoso.
Me pregunta por mi vida. En dos palabras cabe mi estado actual: no sufro. Se me ha derrumbado todo, y estoy tranquila, y tranquila sin estoicismo. Yo no sabía y no hubiera creído antes que el pensamiento pudiere liberarnos de todo. Así era: he pensado, he tenido un momento de lógica fría y me he curado de muchos dolores que eran sencillamente una necedad mantenida con pretexto de hermosura. Me han curado con la maldad, definitivamente. Un bueno no me hubiera hecho tanto bien. Manuel.
Siento en mí un alma nueva. Como la naturaleza es sabia de un modo inconcebible, me dio el veneno de la verdad y me dio el remedio en formas sutiles. Veo con una claridad brutal a los seres, y no los odio; se me han hecho transparentes los procesos de ciertas deslealtades, el manantial de ciertas cosas monstruosas, que yo llamé antes así, y que son naturales y simples. Es una maravilla que gozo día a día. Antes no observaba; tenía la intuición y creía tenerla. En verdad iba ciega de idealismo, con una verdadera borrachera de sentimiento. Creí que la conciencia que vi en algunos seres sería el mayor suplicio y no lo es. Esta conciencia no mata la piedad, al contrario: con los ojos abiertos se compadece más, se es más delicadamente dulce. La única diferencia es que en la dulzura una no se da sino levemente. Viene una especie de pulcritud del alma, que aborrece el exceso por dañino o por ridículo, y una aparta los ojos a tiempo, se despide a tiempo de los seres y las cosas.
No sé si me he dado a entender. Soy torpe como siempre, y este corazón nuevo, aún no le sé decir bien. El viejo tal vez sabía hablar mejor.
Perdóneme que lo trate de usted. ¿Cómo es posible que quiera usted hacerme pasar de este trato a un tú que correspondió a otra alma, después de tantas cosas? Piense un poco; sea menos niño y comprenda.
¿A dónde me voy? Parece que a la Argentina. Estoy cansada de la enseñanza, no de ella misma en verdad, sino de agregados odiosos que tiene. Profesora, era yo otra cosa; esto no es para mí.
Le ruego que no me alabe. Si usted ha pensado de mí lo que dice, tendría que creer que su alma era pequeña, pues no supo quererme. Lo que puede decirme, y volveré a serle dulce, es que me creyó dura, vulgar y mala. Pero encontrar un alma como la que usted pinta y no hacerle sino daño, sería fatal, Manuel.


Cuadro de texto: 3Tranquilícese, porque esa alma yo no he sido nunca. Piense así siempre, cuando llegue a pensar en mí.
Alguna vez me he dicho: - No quiero irme de mi tierra definitivamente sin conocerlo, es decir, sin hablar con él. Le he visto en Santiago, a mi vuelta de Magallanes, y lo hallé otro. Con esa fisonomía no lo soñé nunca. El de mi éxtasis tenía otro rostro y ha hecho usted bien en desfigurárselo como lo ha hecho. Es una gran paz para mí.
Podré ahora hablar con usted, antes de irme, si eso es posible. Me conocerá por fin, no ya a través de retratos que le hagan las mujeres que los han querido y sabrá lo que soy: una mujer vulgarísima, que el dolor envenenó sólo un tiempo, que ahora es serena y que le hablará como una hermana vieja no como una madre, que eso fuera demasiada ternura, de un amor, como de un muerto adorable que se ha hecho polvo, pero cuya fragancia se aspira todavía en el viento que pasa, en la primera flor de la primavera.
Le saluda. L.