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jueves, mayo 30, 2013

Carta a un/a fracasado/a que sigue en el empeño


            El fracaso en cualquier proyecto humano, sea el que fuere: académico, laboral,
sentimental, familiar o económico, siempre es una de las sensaciones más amargas que puede sentir cualquier persona en su vida. Ese fracaso en la consecución de unos fines para los que ha empleado tiempo, esfuerzo, ilusión y voluntad suele dejar en la cuneta a los más débiles, a quienes no soportan hacer algo sin conseguir inmediatamente una gratificación por pequeña que sea que compense todo el tiempo, el trabajo, el interés y la dedicación a ese proyecto que ahora se viene abajo como un castillo de naipes que ha recibido un manotazo.
     Sin embargo, hay quienes, como tú, amigo/a desconocido/a, sigues en la brecha de esa ilusión que un día te hizo concebir el proyecto a desarrollar, el sueño a alcanzar y en lo que pusiste no sólo tiempo y esfuerzo para conseguirlo, sino también algo muy íntimo y personal que es de la misma materia sutil de la que están hechas los sueños, porque en ellos, te reconoces a tí mismo/a y le dan sentido a tu vida, a pesar de que, hasta ahora, no has conseguido tu meta, esa que siempre ves lejana, llamándote en silencio, a pesar de tu sensación de cansancio, de amargura, quizás, de desaliento, porque cada vez la concibes más difícil, más inalcanzable, más utópica. Te preguntas a ti mismo/a por qué sigues en el empeño, porqué cada mañana, a pesar del esfuerzo que has hecho tanto tiempo en vano, ese proyecto, esa meta, ese sueño por conseguir, te hace levantarte de la cama, a pesar de tu íntimo desaliento, de tu sensación ya consumada de fracaso, de tu convicción de que todo es inútil, pero te das ánimos de nuevo que no sabes de dónde sacas para intentarlo otra vez, otro día más, sin querer tirar la toalla, sin dejarte vencer por el desánimo, sin desfallecer.
            Ese espíritu de lucha que renuevas, día a día, te define como un/a vencedor/a nato/a, te hace ser superior a las dificultades, a las trampas, a las zancadillas que el destino o que la mala suerte te ha puesto en el camino (incluso las que te ponen los demás, con sus continuos consejos de que abandones, de que no sigas adelante con tu iluso proyecto -así le llaman, quizás-, con tu lucha en solitario). Sin embargo, tú no escuchas lAs voces agoreras que por "tu bien" te aconsejan, porque nadie puede ser mejor piloto de la nave de tu vida que tú mismo/a, aceptando de antemano que puedes morir en tan difícil travesía, en esa aventura vital, profesional o vocacional, que emprendiste un día con el corazón rebosante de ilusión, de esperanza, por conseguir alcanzar tus sueños aunque para ello te dejes la vida en el intento. ¿Pero qué sería de tu vida si tuvieras que renunciar a tus  anhelos, a tus sueños? ¿Merecería la pena vivirla? Sabes de antemano la respuesta y no es otra que prefieres "fracasar" mil veces, -según la opinión de los demás, más o menos bienintencionados-, que "triunfar" de la forma que esta sociedad materialista entiende que sólo se reduce a ganar dinero (en el tema vocacional o profesional), cuanto más mejor, aunque lo que hagas te deje el alma fría  y el corazón yerto en una ocupación que no te interesa lo más mínimo, que incluso detestas; y, en temas sentimentales,  renuncias a tener una pareja que "convenga", pero por la que sólo puedes sentir indiferencia cuando no rechazo.
            Decía Andres Maurois "El fracaso prueba la debilidad del deseo y no su temeridad." Por eso, tú no te rindes, porque cuando imaginaste por primera vez que querías amar a esa persona, elegir esa profesión, vivir esa aventura, sea la que fueres, te estabas definiendo en tu elección vital. No olvides que no hay mayor aventura que la propia vida, y como decía el gran escritor Conan Doyle, refiriéndose a su larga trayectoria profesional como marino mercante:"Pensé que era una aventura y resultó que era la vida". Lo que empieza siendo provisional: una actividad laboral, una relación sentimental, una determinada forma de vida que no convence, pero conviene provisionalmente, termina convirtiéndose en una trayectoria vital constante y duradera que sólo provoca frustración, amargura y auténtico sentido del fracaso, aunque los demás consideren que es lo más adecuado y conveniente e, incluso, la consideran una vida en la que se ha tenido éxito; excepto tú, claro, que te sentirías doblemente fracasado/a: por no haber luchado por tus sueños y por haber aceptado una vida mediocre y gris en la que habrías vivido seguro/a, pero también habrías perdido tus sueños y tu capacidad de lucha por aquello en lo que crees y en lo que te reconoces y reafirmas. Piensa en lo que dijo el escritor y dramaturgo Samuel Beckett ante el tema del fracaso:"Da igual. Prueba otra vez. Fracasa otra vez. Fracasa mejor".
            Naturalmente, en una época de crisis como la que padecemos no se puede dejar de lado las cuestiones prácticas, es decir, conseguir un trabajo para subsistir -si es que se consigue, tarea nada fácil en la actualidad-, esté o no de acuerdo con las preferencias, la vocación -si se tuviera- o la formación. Claro que hay que hacer concesiones a la realidad de que hay que trabajar para vivir, pero sin olvidar que eso no es lo mismo que vivir para trabajar. Es decir, el mismo error comete quien le dedica demasiadas horas al trabajo y lo considera lo más importante de su vida, olvidando otras parcelas como la familiar, la sentimental o amistosa, o la simplemente lúdica, que quien vive para trabajar en algo que no le gusta, que no le satisface, y deja de lado su vocación, sus verdaderos intereses, sus inquietudes y sus propios sueños, por lo que pierde  igualmente la vida que auel y su verdadero significado de realización en pos de una seguridad material que sólo le asegura la insatisfacción más profunda, la frustración y la amargura.
            En el plano sentimental, lógicamente, no se puede obligar a nadie a que corresponda al amor que se siente por él o ella; pero la aceptación de esa verdad incuestionable no es lo mismo que quien renuncia a un amor correspondido por cuestiones sociales, económicas, culturales, étnicas o cualesquiera que fueren.
        El famoso periodista deportivo americano, Gay Talese, de visita en España para presentar su último libro «El silencio del héroe» (Alfaguara), afirma en una entrevista concedida al diario ABC/cultura (25/05/2013) que: "Me fascina quien tras muchos fracasos aún lucha por el éxito." Aunque se refiere al ámbito deportivo, esta admiración por el héroe real -que no es siempre quien gana, sino quien tiene el valor, el coraje, la resistencia ante la adversidad y la capacidad de seguir en la brecha-, se puede extender a cualquier parcela de la actividad humana, a cualquier tipo de intento, de proyecto, de lucha por conseguir un fin sin desfallecer en el intento.
            En eso consiste la verdadera heroicidad, la única que justifica una vida ante sí misma y ante los demás, por servir de ejemplo, porque quien lucha por conseguir sus sueños a pesar de todas las dificultades, los tropiezos y las caídas es el verdadero héroe, el verdadero y único triunfador en una sociedad que sólo valora el éxito, por artificial, efímero, estúpido y sin valor que sea, porque no hay mayor triunfo que no traicionarse a sí mismo, a no renunciar a los sueños, los proyectos, las metas aunque los demás piensen que son una utopía, una locura o una extravagancia.
            Si te sientes un/a fracasado/a, pero aún sigues intentándolo una vez más, renovando tus energías, aunque no sepas de dónde te surgen, a pesar de las voces agoreras que te aconsejan que no continúes, desde ahora te digo que eres un verdadero héroe o heroína y que gente como tú han sido los que han creado obras de arte, han inventado nuevas técnicas y han enriquecido a la ciencia con sus descubrimientos; han fundado pueblos y naciones, han ido más allá, más lejos que los demás seres humanos, abriendo fronteras, traspasando los límites, cada uno de una forma distinta, pero siempre a través de su esfuerzo, muchas veces anónimo, de su lucha, de su constancia y capacidad de soportar la adversidad y, en ocasiones, la burla, la incomprensión y el rechazo de sus semejantes.
            Gente como tú son las que hacen falta en un mundo sin valores, sin capacidad de lucha, acomodaticio, materialista y oportunista, porque con tu esfuerzo, con tu lucha para conseguir aquello que anhelas, -sea lo que fuere y siempre que no haga daño a los demás-, estás poniendo de manifiesto ante los que te rodean que se conforman con una vida segura, mediocre y gris, que hay otra forma de vivir, de luchar, de sentir y de soñar que es la que hace ser hombre o mujer de verdad, porque quien lucha por hacer realidad sus sueños, está viviendo de verdad, en plenitud y consciente de que la vida, ese maravilloso y mágico don, es una oportunidad única y preciosa para llegar a ser quien se desea, quien se sueña ser; y ya se empieza a serlo desde el momento en que todo el entusiasmo, el esfuerzo y la energía se utiliza para conseguirlo, sea cual fuere el resultado.
            Mi más sincera enhorabuena por ser como eres y, por favor, no cambies nunca. Tienes un largo trayecto ante ti: el que te separa de tu meta, de tu más ferviente deseo, y para ello sólo cuentas con tu coraje, esfuerzo y capacidad de resistencia, Tu fracaso, como lo llaman otros, es tu mejor insignia, tu medalla al mérito, porque prueba que eres esforzado, voluntarioso/a y congruente con tus ideas, pero sobre todo que estás hecho/a de la pasta de los héroes que daban su vida por conseguir un ideal, una meta, un fin que justificaba tanto esfuerzo y tanta lucha.  Te animo a que recuerdes, en los momentos inevitables de desaliento, lo que de los llamados fracasados afirma, Johann W. Goethe: "Aquellos que ven en cada desilusión un estímulo para mayores conquistas, ésos poseen el recto punto de vista para con la vida".
            Tú eres un ganador de la dura batalla de la vida, lo que consigas con tu esfuerzo, sea mucho o poco, será siempre lo de menos, porque lo importante es que has luchado limpia e incansablemente por conseguirlo y en eso radica el verdadero y único mérito posible al que puedes ser acreedor. Me vas a permitir recordar, para terminar, una hermosa cita de Albert Camus cuando hablaba del éxito y de los triunfadores. Decía: "No es difícil tener éxito. Lo difícil es merecerlo".
            No es tu caso. Tengas o no éxito -según se entiende socialmente-, sin duda que lo mereces y que ya en tu constante lucha por hacer aquello que deseas o quieres conseguir, ya tienes tu verdadero y más preciado triunfo.
            Sinceramente.