Gabriela Mistral, una imagen de juventud |
Las cartas de Gabriela Mistral a Magallanes Moure fueron publicadas en
1978, recopiladas por Sergio Fernández Larraín, con el título de Cartas de amor
de Gabriela Mistral, que contiene 38 cartas del total que son alrededor de 80. Las
dos cartas que se exponen aquí fueron escritas entre 1914 a 1921, y pertenecen
a la correspondencia que mantuvo Gabriela Mistral con el poeta, dramaturgo y periodista
Manuel Magallanes Moure con quien tuvo una relación epistolar y amorosa a
distancia entre los años indicados. Sólo se conocieron en 1921 cuando se produjo
definitivamente la ruptura, por lo que no volvieron a verse.
De Magallanes solo se conocen cuatro, que fueron incluídas como notas en
dicha recopilación. Gabriela Mistral firma estas cartas con el pseudónimo de "Lucila",
para mantener su anonimato, debido a las fuertes restricciones que tenían las
mujeres en dichos años, especialmente una mujer que, además, era maestra en una
pequeña localidad chilena y, también, por la condición de casado de Magallanes.
La correspondencia de Mistral es muy numerosa no solo en el aspecto
amoroso, sino amistoso, político y un largo etcétera. A través de sus cartas,
se expresa y afirma sus convicciones literarias, políticas, hace confidencias
íntimas, sus ideas profesionales y se manifiesta su rico universo personal y
poético de una mujer adelantada a su tiempo en cuento a su independencia
personal y su gran bagaje cultural e intelectual.
En las cartas de amor a Manuel Magallanes se advierte la lucha interna de
la mujer que está siendo conquistada y se resiste a la entrega total al hombre,
sintiéndose deseada pero, al mismo tiempo, sabe que de caer en la seducción que
él ejerce sobre ella, después sería tachada de libertina, de mujer fácil y
disoluta por ese mismo seductor.
Mistral se ve sometida así al deseo ardiente de un amor en la distancia
que la llama, y la negación de esa misma entrega que desea y teme. El discurso
amoroso de ella denota angustia y la sinceridad del amor hacia el hombre que
rebosa en sus palabras y el temor y la duda a consumar ese amor que, intuye,
será el final del mismo porque después vendrá el abandono y el olvido por parte del amado.
La carta XVIII está escrita en pleno enamoramiento cuando aún los amantes
están en plena fase de la conquista final; y, la segunda, la carta número XX, cuando
el enfriamiento entre ellos es evidente y todo anuncia el final que tendrá esta
relación una vez que se haya producido el encuentro tan esperado, pero en una
etapa de la relación que sólo ofrece ya el preámbulo de una separación
definitiva.