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domingo, mayo 20, 2012

CCarta abierta a Palmira Díaz, una ciudadana ejemplar




                Me complace dirigirle estas líneas porque su acción merece toda la consideración y respeto por parte de los ciudadanos que aún confiamos en que la decencia, la honestidad y la honradez, tan poco frecuentes en la sociedad materialista y sin valores en la que vivimos, siempre han de ser reconocidas y elogiadas para que sirvan de ejemplo y acicate a todos.
Palmira Díaz ante su lugar de trabajo,
la estación de autobuses de Granada
            Para quienes no les diga nada su nombre, hay que decir quién es usted y cuáles han sido los actos que merecen ser alabados en su justo valor: usted es la limpiadora de la central de autobuses de Granada que encontró un bolso con ¡14.000 euros! y lo devolvió a su propietario, en un gesto que, en los tiempos que corren y con la situación actual de crisis económica, aún es más meritorio teniendo en cuenta su propia situación personal de viuda con dos hijas y un sueldo que, a todas luces, le debe resultar insuficiente, pues esa cantidad hallada es la que gana en un año de trabajo.
Fajos de euros
            Me imagino las emociones encontradas que debió tener, a las 07:05 horas de la mañana, recién iniciado su turno, al descorrer el asiento del autobús que tenía que salir a las 08:00 horas de esa mañana con dirección a Madrid, cuando realizaba su limpieza, y encontró el bolso que, al abrirlo, le ofreció su millonario contenido. Según sus propias palabras, lo cerró con nerviosismo y lo volvió a abrir para intentar aceptar que en su interior se encontraban esos enormes fajos de billetes que debieron golpearle en la retina  como un mazazo inesperado ante  la imagen de los muchos billetes que contenía y que, intuía, era una cifra exorbitante y desmesurada para quien no ha tenido nunca en sus manos tal cantidad de dinero, la que irrumpió en su tranquila jornada de trabajo, dejándole sin aliento ante la visión de su inesperada y turbadora presencia.
            Sin embargo, ha relatado que cogió el bolso, sin dudarlo un momento, porque su “conciencia” se lo dictaba, según sus propias palabras, después del inicial instante de conmoción  y sorpresa,  y se lo entregó a la encargada, quien, también, presa del nerviosismo lo entrego, a su vez, a los vigilantes de seguridad de la estación que llamaron inmediatamente a la policía a la vista de la gran suma de dinero que contenía.
            "Lo abrí y vi un fajo de billetes y me quedé muy asombrada. Lo cerré y lo volví a abrir de nuevo y llamé a mi encargada. Entonces las dos vimos que había mucho más", según ha relatado al diario Granada Hoy, entre otros  medios de comunicación que se han hecho eco de la noticia a los que ha atendido en su día libre con la generosidad que le caracteriza.
Estación de autobuses de Granada
            Al parecer, cuando llegó la patrulla de la Policía Nacional para encargarse del asunto, apareció un ciudadano chino muy agobiado para intentar recuperar el bolso que decía que se había dejado su mujer en uno de los autobuses y que pudo recuperarlo porque dentro del bolso estaba su propia documentación que lo identificaba. Explicó que la gran suma de dinero, que previamente había contado la policía, lo llevaba para invertir en un negocio, aunque no pudo agradecerle personalmente como debiera haber hecho la recuperación de tan elevada suma, porque ya se encontraba usted limpiando otro autobús, ajena ya a todo el revuelo levantado por tan honroso acto por su parte.
            "Mi conciencia no me lo permitió, y tampoco iba a poner en peligro mi puesto de trabajo. Creo que es nuestra obligación devolver aquello que nos encontramos y que no es nuestro". Sé que una de sus hijas al enterarse de lo sucedido le dijo con el ímpetu juvenil propio de su edad: "Vaya vacaciones que nos podíamos haber pegado". Naturalmente, usted le habrá explicado bien que entre su conciencia y su sentido de la responsabilidad, no puede mediar precio alguno, porque quien tiene un concepto tan alto de su propia dignidad y de honradez, no mercadea con ello, ni siquiera cuando a cambio pudiera recibir la misma suma de dinero que cobra por trabajar todo un año.
            Muchas personas que hayan leído la noticia, pensará, al igual que su hija, que su celo en el cumplimiento del deber es excesivo y que debería haberse quedado con ese dinero que alguien despistado y poco responsable dejó olvidado, porque eso no sería robar, sino apropiarse de lo que se encuentra ocasionalmente. Se olvidan de que en ese caso se trataría de una apropiación indebida y que, además, hay algo más fuerte que la obligación de todo ciudadano de cumplir las leyes y no es otro que el propio código moral inscrito en lo más profundo del ser humano que impide hacer a los demás lo que no le gustaría que nos hicieran. Naturalmente, aunque es algo sabido por todos, son muy pocos quienes lo llevan a cabo, porque en la sociedad actual es poco practicado el código ético y moral, y el propio provecho rige las conductas humanas de la amplia mayoría, aunque quien defienda esa postura si, a su vez, perdiera un bien material de poco o mucho  valor, no aceptaría ni justificaría que quien lo encontrara se apropiara de ello sin más consideraciones.
            Por todo ello, Palmira, me permito felicitarle por su ejemplar actuación que nos reconcilia a todos con el mundo, con la propia sociedad, al ver que aún existen personas que anteponen su sentido moral y ético a cualquier otra consideración, y esto es motivo suficiente para alegrarnos de que seres como usted existan y convivan en sociedad, muchas veces pasando inadvertidas, como es su caso, hasta que un hecho detonante como el que ha protagonizado los pone en evidencia y los muestra al resto de los ciudadanos, asombrados por su honradez y decencia, ésas que tanto escasean en el mundo de hoy y que, cuando se encarnan en alguien, llena a todos de estupor, asombro y admiración por representar unos valores que debieran ser comunes y habituales en esta sociedad y que, por su propia escasez y rareza, se convierte en noticia cuando alguien como usted los pone en evidencia ante todos, en un ejemplo de sencillez, coherencia e integridad moral.
            Ante el espectáculo bochornoso y diario de corrupción generalizada que padecemos, su ejemplo no debería pasar por alto y caer pronto en el olvido, porque aunque usted “ha cumplido con su deber”, también hay que recordar al ciudadano chino que olvidó el bolso con el dinero y se olvidó de usted y de agradecerle de forma adecuada la devolución de su dinero, ofreciéndole una cantidad ajustada a la que recobró, su obligación de corresponder a su acto honroso y desinteresado.
             En este caso, tanto usted como el ciudadano chino representan las dos caras de la moneda: primera, la de quien cumple con su deber y su conciencia, por su parte; y, segunda, la de quien olvida no sólo sus bienes de forma irresponsable y su obligación de custodiarlos, sino que también olvida el favor recibido y a quien se lo hizo, sin dar las gracias ni siquiera intentar averiguar quién ha sido para agradecérselo más tarde, pensando que quien lo haya hecho ha cumplido con su deber y eso nunca hay que agradecerlo ya que es una obligación, aunque sí exigiría el castigo para quien no lo cumpliera.
            De todas formas, Palmira, la vida, antes o después, le gratificará su honrosa acción y otras muchas que habrá realizado y de la que no tenemos noticia, porque aunque decía Johann W. Goethe que “Quien hace el bien desinteresadamente siempre es pagado con usura”, no hay que olvidar también lo que decía Platón: “Nada de cuanto sucede es malo para el hombre bueno”.
            Que la vida le dé todo lo  mejor que, como extraordinario ser humano que es, merece y mis mejores deseos para que no cambie nunca.
            Sinceramente.
            AnaAlejandre