Me
complace dirigirle estas líneas porque su acción merece toda la consideración y
respeto por parte de los ciudadanos que aún confiamos en que la decencia, la
honestidad y la honradez, tan poco frecuentes en la sociedad materialista y sin
valores en la que vivimos, siempre han de ser reconocidas y elogiadas para que
sirvan de ejemplo y acicate a todos.
Palmira Díaz ante su lugar de trabajo, la estación de autobuses de Granada |
Para
quienes no les diga nada su nombre, hay que decir quién es usted y cuáles han
sido los actos que merecen ser alabados en su justo valor: usted es la
limpiadora de la central de autobuses de Granada que encontró un bolso con
¡14.000 euros! y lo devolvió a su propietario, en un gesto que, en los tiempos
que corren y con la situación actual de crisis económica, aún es más meritorio
teniendo en cuenta su propia situación personal de viuda con dos hijas y un
sueldo que, a todas luces, le debe resultar insuficiente, pues esa cantidad
hallada es la que gana en un año de trabajo.
Fajos de euros |
Me
imagino las emociones encontradas que debió tener, a las 07:05 horas de la
mañana, recién iniciado su turno, al descorrer el asiento del autobús que tenía
que salir a las 08:00 horas de esa mañana con dirección a Madrid, cuando
realizaba su limpieza, y encontró el bolso que, al abrirlo, le ofreció su
millonario contenido. Según sus propias palabras, lo cerró con nerviosismo y lo
volvió a abrir para intentar aceptar que en su interior se encontraban esos
enormes fajos de billetes que debieron golpearle en la retina como un mazazo inesperado ante la imagen de los muchos billetes que contenía
y que, intuía, era una cifra exorbitante y desmesurada para quien no ha tenido
nunca en sus manos tal cantidad de dinero, la que irrumpió en su tranquila
jornada de trabajo, dejándole sin aliento ante la visión de su inesperada y
turbadora presencia.
Sin
embargo, ha relatado que cogió el bolso, sin dudarlo un momento, porque su
“conciencia” se lo dictaba, según sus propias palabras, después del inicial
instante de conmoción y sorpresa, y se lo entregó a la encargada, quien,
también, presa del nerviosismo lo entrego, a su vez, a los vigilantes de
seguridad de la estación que llamaron inmediatamente a la policía a la vista de
la gran suma de dinero que contenía.
"Lo
abrí y vi un fajo de billetes y me quedé muy asombrada. Lo cerré y lo volví a
abrir de nuevo y llamé a mi encargada. Entonces las dos vimos que había mucho
más", según ha relatado al diario Granada Hoy, entre otros medios de comunicación que se han hecho eco
de la noticia a los que ha atendido en su día libre con la generosidad que le
caracteriza.
Estación de autobuses de Granada |
Al
parecer, cuando llegó la patrulla de la Policía Nacional para encargarse del
asunto, apareció un ciudadano chino muy agobiado para intentar recuperar el
bolso que decía que se había dejado su mujer en uno de los autobuses y que pudo
recuperarlo porque dentro del bolso estaba su propia documentación que lo
identificaba. Explicó que la gran suma de dinero, que previamente había contado
la policía, lo llevaba para invertir en un negocio, aunque no pudo agradecerle
personalmente como debiera haber hecho la recuperación de tan elevada suma,
porque ya se encontraba usted limpiando otro autobús, ajena ya a todo el
revuelo levantado por tan honroso acto por su parte.
"Mi
conciencia no me lo permitió, y tampoco iba a poner en peligro mi puesto de
trabajo. Creo que es nuestra obligación devolver aquello que nos encontramos y
que no es nuestro". Sé que una de sus hijas al enterarse de lo sucedido le
dijo con el ímpetu juvenil propio de su edad: "Vaya vacaciones que nos podíamos haber pegado". Naturalmente,
usted le habrá explicado bien que entre su conciencia y su sentido de la
responsabilidad, no puede mediar precio alguno, porque quien tiene un concepto
tan alto de su propia dignidad y de honradez, no mercadea con ello, ni siquiera
cuando a cambio pudiera recibir la misma suma de dinero que cobra por trabajar
todo un año.
Muchas
personas que hayan leído la noticia, pensará, al igual que su hija, que su celo
en el cumplimiento del deber es excesivo y que debería haberse quedado con ese
dinero que alguien despistado y poco responsable dejó olvidado, porque eso no
sería robar, sino apropiarse de lo que se encuentra ocasionalmente. Se olvidan
de que en ese caso se trataría de una apropiación indebida y que, además, hay
algo más fuerte que la obligación de todo ciudadano de cumplir las leyes y no
es otro que el propio código moral inscrito en lo más profundo del ser humano
que impide hacer a los demás lo que no le gustaría que nos hicieran.
Naturalmente, aunque es algo sabido por todos, son muy pocos quienes lo llevan
a cabo, porque en la sociedad actual es poco practicado el código ético y
moral, y el propio provecho rige las conductas humanas de la amplia mayoría,
aunque quien defienda esa postura si, a su vez, perdiera un bien material de
poco o mucho valor, no aceptaría ni
justificaría que quien lo encontrara se apropiara de ello sin más
consideraciones.
Por
todo ello, Palmira, me permito felicitarle por su ejemplar actuación que nos
reconcilia a todos con el mundo, con la propia sociedad, al ver que aún existen
personas que anteponen su sentido moral y ético a cualquier otra consideración,
y esto es motivo suficiente para alegrarnos de que seres como usted existan y
convivan en sociedad, muchas veces pasando inadvertidas, como es su caso, hasta
que un hecho detonante como el que ha protagonizado los pone en evidencia y los
muestra al resto de los ciudadanos, asombrados por su honradez y decencia, ésas
que tanto escasean en el mundo de hoy y que, cuando se encarnan en alguien,
llena a todos de estupor, asombro y admiración por representar unos valores que
debieran ser comunes y habituales en esta sociedad y que, por su propia escasez
y rareza, se convierte en noticia cuando alguien como usted los pone en
evidencia ante todos, en un ejemplo de sencillez, coherencia e integridad
moral.
Ante
el espectáculo bochornoso y diario de corrupción generalizada que padecemos, su
ejemplo no debería pasar por alto y caer pronto en el olvido, porque aunque
usted “ha cumplido con su deber”, también hay que recordar al ciudadano chino
que olvidó el bolso con el dinero y se olvidó de usted y de agradecerle de
forma adecuada la devolución de su dinero, ofreciéndole una cantidad ajustada a
la que recobró, su obligación de corresponder a su acto honroso y
desinteresado.
En este caso, tanto usted como el ciudadano
chino representan las dos caras de la moneda: primera, la de quien cumple con
su deber y su conciencia, por su parte; y, segunda, la de quien olvida no sólo
sus bienes de forma irresponsable y su obligación de custodiarlos, sino que
también olvida el favor recibido y a quien se lo hizo, sin dar las gracias ni
siquiera intentar averiguar quién ha sido para agradecérselo más tarde,
pensando que quien lo haya hecho ha cumplido con su deber y eso nunca hay que
agradecerlo ya que es una obligación, aunque sí exigiría el castigo para quien
no lo cumpliera.
De
todas formas, Palmira, la vida, antes o después, le gratificará su honrosa
acción y otras muchas que habrá realizado y de la que no tenemos noticia,
porque aunque decía Johann W. Goethe que “Quien hace el bien desinteresadamente
siempre es pagado con usura”, no hay que olvidar también lo que decía Platón: “Nada
de cuanto sucede es malo para el hombre bueno”.
Que
la vida le dé todo lo mejor que, como
extraordinario ser humano que es, merece y mis mejores deseos para que no
cambie nunca.
Sinceramente.